miércoles, 15 de junio de 2011

UTOPÍA

Al término utopía se le ha querido señalar como ambivalente. El sentido más frecuente que suele dársele es el negativo, el que implica una connotación peyorativa. Según esto, utopía sería sinónimo de sueño ilusorio, quimera, fantasía y se confundiría con lo meramente desiderativo. Cuando se califica a una persona de utópica se quiere decir que no tiene los pies en la tierra, que confunde el deseo con la realidad. Dicha utilización supone una perversión de su verdadero sentido, que es el de un proyecto o ideal de un mundo mejor, más justo e igualitario, donde los seres humanos sean hermanos y hermanas entre sí y las relaciones entre ellos no estén regidas por la explotación o el interés, sino por la comunicación gratuita. Tal concepción implica una crítica del orden establecido.

La imaginación utópica ha sido, es y será el estímulo positivo de todo pensamiento político-moral, como la veracidad y la bondad son y serán el aguijón de la lucha en favor de la emancipación humana por mucho que, como sabemos, el individuo veraz o bondadoso se haya dado repetidas veces de bruces con la realidad existente. El utópico, como el veraz y el bondadoso, está indicando siempre a los otros, con su comportamiento, la dirección en la que sería mas interesante moverse.

El sociólogo alemán Karl Mannheim (1893-1947) en su obra Ideología y Utopía, señala que utopía no es lo irrealizable de forma absoluta, sino “lo que parezca ser irrealizable solamente desde el punto de vista de un orden social determinado y ya existente”, es decir, lo que no puede realizarse en determinadas coordenadas. Cuando se formula una utopía en el sentido indicado, no se está huyendo de la realidad ni se está proponiendo un imposible. Lo que se busca es cambiar las coordenadas para hacerla posible en un nuevo contexto. La utopía tiene, por ende, una doble función: Cuestionar radicalmente la realidad existente y proponer una alternativa a la misma.

¿Es idealista o realista la utopía?
Si idealista quiere decir que se despreocupa de la realidad, no lo es; si por idealista se entiende la tendencia hacia una meta, hacia un ideal, sopesadas debidamente las condiciones históricas de posibilidad del mismo, entonces sí lo es. Si realista quiere decir que va a la zaga de la realidad o pisándole los talones, no lo es.
Sí lo es, en cuanto toma en serio las posibilidades y esperanzas que atraviesan lo real. Su realismo no es el de los hechos desnudos y tozudos, sino el de las anticipaciones de futuro anidadas en el horizonte de la realidad.


“Un mapa del mundo que no contemple el lugar de la utopía no merece la pena echarle un vistazo”. Oscar Wilde



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